lunes, 20 de julio de 2009

SANTANDER Y EL REJONEO HISTORICO

portada - Tarde histórica en la ciudad
TOROS
Tarde histórica en la ciudad
DIEGO RUIZ

Ayer fue un día histórico en el Coso de Cuatro Caminos y en el devenir del coso de la capital cántabra. Un torero, un rejoneador en éste caso, cortó un rabo, hecho que no se producía desde hacía unos 25 años. Cierto es también que tal acontecimiento no debió producirse ya que, ¡señores!, tal distinción es para quién realmente hace sobre la arena de una plaza de toros algo realmente excepcional. No fue, por lo tanto, el caso de Diego Ventura que con cuatro orejas se hubiera ido camino del hotel igual de contento. ¿Qué pasará a partir de ahora? ¿Qué futuro nos espera? ¿Se van a cortar más rabos en los próximo días? ¿Santander ha perdido su identidad y se ha convertido en una plaza de tercera? ¿Vamos por buen camino? En fin, Dios dirá.
La última vez que un torero cortó dos orejas y un rabo en Santander fue hace 25 años y el protagonista de esa efeméride es Vicente Ruiz 'El Soro', el diestro banderillero ya retirado, con las rodillas destrozadas, y que formó parte de aquel maldito cartel de Pozoblanco en el que murió Paquirri y dejó en la antesala del sepulcro al 'Yiyo'. Esa tarde, le robaron el estoque al diestro valenciano y se armó la de San Quintín en la comisaría de policía. Apareció al día siguiente. Alguien con dos copas de más se lo había llevado a su casa.
La tarde de ayer fue igual de festiva que esa de hace 25 años. Se regalaron orejas a 'trisca pellejo' hasta el punto que hubo que reclutar a un ejército para sacar a hombros a los rejoneadores y al ganadero. Debieron incluso, ya metidos en juega, pasar por la puerta grande también a Kankel, el corralero, por su buen trabajo con los mansos. Sin duda, el presidente de ayer recordaba a Billy 'El Niño' por su gran rapidez a la hora de sacar no la pistola, pero si los pañuelos. A su lado, el asesor Bernardo Clavel, que hoy dejará su puesto a un profesional más joven y más inexperto, estaba ansioso de que los toreros triunfasen y es que, como decía por la mañana, «todos son amigos míos».
Tampoco sería de extrañar que ayer público y palco presidencial contestaran en forma de orejas y rabo a la manifestación antitaurina de minutos antes frente al coso de Cuatro Caminos.
La tarde triunfal comenzó con mal pie. Fermín Bohórquez, que estaba manejando bien los garapullos, clavó, se supone, que en alguna parte importante del sistema locomotriz del toro que, fulminantemente, quedó cojo de la mano derecha. Tuvo que emplear el rejón de muerte.
El segundo de la tarde fue para Pablo Hermoso de Mendoza que antes de comenzar el festejo y sobre el mismo ruedo fue premiado por su peña santanderina con motivo de sus veinte años de alternativa. El rejoneador navarro hizo lo que sólo el sabe practicar cuando se encuentra con un toro que se mueve y que tiene calidad. Espectáculo cien por cien y, sobre todo, arte a caballo. Sus caballos: Dalí, Chenel, Ícaro y Tiziano son canela pura y con ellos Hermoso de Mendoza es capaz de emocionar. Mató de un rejonazo que produjo derrame y se le premió on dos orejas.
Parecía que la tarde estaba en vías de recuperación cuando el tercero de la tarde, el primero de Diego Ventura, se estrelló violentamente contra la barrera y se rompió de cuajo el pitón. Aquí el presidente, el de la mano veloz con los pañuelos, y después de largas conversaciones con sus asesores y los responsables de la feria en el callejón, decidió enviar el toro a los corrales y sacar el sobrero. Con éste, Ventura estuvo fácil, templado y, como siempre, muy espectacular. Mató rápido y cortó las dos primeras orejas de la tarde.
Bohórquez, en el cuarto, dio toda una lección de lo que es el rejoneo clásico y el público supo captarlo. De nuevo dos orejas.
Hermoso de Mendoza se topó con el manso de la tarde, el quinto, y no pudo más que estar aseado.
La locura se desató con el sexto de la tarde y la forma de entender el rejoneo de Ventura. Muchas cabriolas y también mucho arte, y cómo no, un buen rejonazo de muerte.

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